Sección 1. De la Distinción

En el origen se encuentra la distinción, o para ser precisos, el distinguir; ello puesto que cualquier distinción no es anterior al acto que genera dicha distinción.

Hay dos elementos a enfatizar en la afirmación anterior. Distinguir no es tan sólo un acto, es además necesario insistir que todo acto implica una distinción. Actuar implica, bajo cualquier forma que entendamos dicha noción, producir una diferencia en el mundo (producir una diferencia en el conjunto total de eventos), y esa diferencia es una distinción.

Es al distinguir que se crea la distinción. A se diferencia de -A en el momento en que creamos la distinción A. Pudiera pensarse que, dado que el conjunto total de posibles estados ya está definido, que entonces una distinción es una simple actualización de una de esas posibilidades previas y, por lo tanto, el distinguir muestra (o selecciona) uno del posible conjunto de eventos.

Lo anterior no se puede sostener. Un hecho fundamental es que el posible conjunto de eventos es no sólo infinito sino indefinido. Es infinito en cuanto incluimos como evento un conjunto de situaciones y, por lo tanto, la posibilidad de generar una serie infinita siempre está dada. A partir de ese hecho cabe colegir dos consideraciones sobre el tema en análisis.

La primera radicaliza la idea de una serie infinita a la idea de una serie indefinida. No es sólo que se puedo generar eventos que son múltiples de manera reflexiva, sino que no existen los eventos atómicos y simples (o ellos existen sólo cuando se observa desde una dimensión, pero establecer una dimensión requiere ya una distinción). Todo evento es ya un conjunto de eventos. Si no existen eventos atómicos entonces no puede pensarse el mundo como un agregado de esos eventos; y el conjunto de las posibles distinciones como el conjunto de todas las posibles combinaciones de esos eventos, conjunto que podría estar perfectamente definido. Ahora bien, no hay razón para pensar el mundo como conjunto de eventos simples. Es un supuesto útil (y así lo ha demostrado una y otra vez en las ciencias), pero como todo lo útil, lo es en relación a algún punto de vista, a una distinción, no necesariamente para cualquier punto de vista. En última instancia, una distinción depende de un punto de vista (aquel desde el cual A/-A es una distinción a establecer), y plantear que no hay forma de predeterminar o predefinir el conjunto de todos los puntos de vista parece razonable dada nuestra experiencia.

La segunda consideración es suficiente para establecer la prioridad del distinguir sobre la distinción. Incluso si el mundo fuera en efecto un conjunto de eventos simples, para inteligencias finitas ocurre que el conjunto de distinciones infinitas que se puede establecer sobre el mundo a partir de un conjunto de puntos de vista que esa misma inteligencia no puede predefinir, opera -en la práctica- como un conjunto indeterminado. Incluso si esa distinción o esa posibilidad siempre ‘estuvo ahí’ (era una combinación posible), como no puedo reconocer y representar esa infinitud, entonces la distinción aparece como algo no definido antes de que aparezca (antes que fuera efectivamente seleccionada del conjunto de posibles distinciones). El ADN de una especie, se puede decir, es una selección dentro del posible conjunto infinito de todas las combinaciones de ADN posibles, pero como no puedo pre-establecer efectivamente ese posible conjunto de combinaciones (donde estarían predefinidas todas las posibles especies) cada especie, cada nueva especie, aparece como algo imprevisto. Siempre puede aparecer una nueva especie con una característica o habilidad impensada. El mundo es tan más complejo que el observador que aunque todas las posibilidades estuvieran ya dadas, ‘ahí’, en la práctica no puede establecer o referirse a este conjunto de todas las posibilidades. En otras palabras, para inteligencias finitas ocurre que el distinguir funda la distinción.

Una última consideración. Es necesario entender este aserto de una forma no idealista. De la prioridad del distinguir podría colegirse que sólo la distinción existe, o que lo distinguido no pone límite alguno a lo que puede hacerse y plantearse con las distinciones. Si en todo hay interpretación, se seguiría que sólo hay interpretaciones. Esa consecuencia no es correcta. Del hecho que puedo establecer cualquier distinción, que la distinción no esté prestablecida por la realidad, no se sigue que se pueda hacer cualquier cosa con esa distinción. Es el distinguir el que establece que X es una montaña o Y es un caso de intercambio (y en ambas situaciones, que cubre X o Y); pero la distinción como tal no establece que es el caso que eso es X o que aquí se da Y.

La distinción es diferente del distinguir; y esa distinción permite, y demanda, que la pre-existencia del distinguir sobre el mundo no se transforme en la identidad entre el distinguir con el mundo distinguido. El puro distinguir no realiza un mundo, incluso si es cierto que para operar en un mundo se requiere distinguir. Un conjunto de distinciones no constituye un mapa del mundo, es a lo más una leyenda para leer un mapa del mundo, pero el mapa emerge en la conjunción de esas distinciones y el mundo.

El hecho que el distinguir es una acción (y siempre una acción implica una distinción) tiene como consecuencia que la frase ‘construcción social de la realidad’ ha de entenderse en términos prácticos, materiales. Los agentes crean y producen la vida social en un sentido fuerte de la palabra construcción. La crean como realidad y lo hacen realmente. Existe la tentación de pensar la construcción social como una ilusión, y que se sostiene por el hecho que esa ilusión es común. Sin embargo, el entramado de las relaciones es real en el sentido durkheimiano: opone resistencia a nuestro actuar y no es algo fácilmente modificable. En última instancia, la pluralidad inherente en la vida social produce que ningún actor en particular -ni siquiera ese actor que es el conjunto de todos los actores- pueda hacerlo. En tanto los agentes siguen actuando qua agentes, sus acciones (y consecuencias de ellas) se enfrentan -resisten- a lo que puede decidir cualquier actor. Más aún, como la acción no está separada del mundo, sino que una acción es algo que modifica el mundo, esas consecuencias son también la construcción social. Las prácticas de educación son reales porque ningún actor puede por sí y ante sí, sin encontrar resistencias, modificarlas; porque las prácticas de educación involucran edificios, salas, pizarrones, libros, todo tipo de infraestructura; y porque por más que un actor decida algo, múltiples otros actores siguen orientándose por esas prácticas. La vida social es algo tan real como cualquier otro aspecto de la realidad del mundo, y ello incluso asumiendo (cosa que no discutiremos aquí) que la realidad social es completamente, sin resto, descomponible en puras acciones individuales.

Una segunda consecuencia de la discusión anterior es que la indefinición del conjunto de las distinciones implica que toda aproximación, conceptual y metodológica, que requiere una representación del conjunto de alternativas posibles resulta fundamentalmente incorrecta. Ese conjunto total de alternativas no existe y siempre es posible que aparezca una nueva alternativa, no pensada ni tomada en cuenta. Ello es válido para cualquier actor sobre sí mismo y lo es aún más si consideramos lo que puede hacer otro actor (las distinciones que ese otro actor puede generar). Esa apertura basal de la realidad hace que toda visión cerrada sea necesariamente incompleta.

Los modelos cerrados no dejan de tener su utilidad. Aunque sean incompletos, no siempre esa posibilidad de una alternativa no pensada se realiza efectivamente. Además, si bien la vida social es abierta, los actores pueden intentar cerrarla, y aunque ese intento no puede ser exitoso de forma plena -puesto que no hay forma de superar la indefinición del conjunto- puede reducir las capacidades de los actores para aprovechar efectivamente esta apertura basal de la vida social. La situación experimental, donde en su ideal las alternativas están ya dadas y sólo se elije de un conjunto ya dado de alternativas, como representación de la vida socia es incompleta; pero como representación de esa parte de la vida social que es el intento de controlarla, no deja de ser una imagen adecuada. El poder del experimentador es análogo al poder de quien desea cerrar la fecundidad de la vida social.

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